domingo, 9 de junio de 2019

¿Aplacar, contener, canalizar la pasión de la cólera? - Alejandrina Rojas

Me acerco al tema de las pasiones con motivo de la IX de ENAPOL, odio, cólera, indignación, ocupándome particularmente de la cólera. El tema ha suscitado en mí interrogantes y búsquedas, dado que la cólera hace presencia tanto en el ámbito individual como social. Irrumpe en el ser humano sin anunciarse, generando consecuencias de todo tipo que se concretan en múltiples pasajes al acto.



Según Héctor Gallo, “para el psicoanálisis,  la cólera es una pasión del sujeto, quien es el único responsable de sus consecuencias; pero ciertamente puede ser precipitada por una contingencia. La cólera es “una salida de quicio” que se manifiesta cuando un  sujeto espera encontrar una cierta coincidencia entre “un orden simbólico y la respuesta de lo real”, y tal coincidencia no se da.  La cólera es la respuesta afectiva precipitada, porque las cosas no se acomodan en el lugar que les corresponde; es la consecuencia de un desacomodo inesperado” (1). Miller  dice  que Lacan nos recuerda  que la cólera surge “cuando las clavijitas no encajan en los agujeritos” (2)

A continuación presento algunos relatos de situaciones donde surge la pasión de la cólera con diversas consecuencias:

1. En la tragedia griega “Edipo Rey”, Edipo llega a la región de Focide y en un cruce de caminos entre Delfos y de Daulua, le salieron al encuentro un heraldo y Layo, montado sobre un carro tirado por potros, junto a una pequeña comitiva. Discuten por la preferencia del paso. Conductor y Layo, arrojan violentamente a Edipo  fuera del camino. Movido por  la cólera, Edipo golpea de muerte al conductor. Luego Edipo se aproxima  y Layo lo golpea en el cráneo con una pica de doble punta, recibiendo de vuelta de Edipo un bastonazo en la cabeza. Es así como Layo cae muerto al piso. Sin mediar palabra alguna, se generó un acto violento que culminó con la muerte de Layo, ignorando que el contrincante era su propio padre.

El conflicto por la preferencia del paso produjo pasajes al acto en Layo y Edipo, sin que pudiera mediar la palabra, primando el desborde de la cólera que culminó con la muerte de Layo y el heraldo. (3)

2. Recuerdo una escena en la que dos niños de 7 y 8 años de edad, se peleaban a la  hora del recreo en la zona verde del colegio; ambos encolerizados, se lanzaban puños sin parar.  Sus profesoras no se atrevían a separarlos, y por coincidencia, yo me acerqué,  me paré al frente en silencio, sin intentar separarlos. La reacción de los pequeños púgiles fue ir reduciendo la intensidad del combate hasta detener sus acciones. Mas apaciguados, les propuse hablar sobre lo sucedido. Hablar les permitió retornar a la calma.

A nivel institucional no se trató el conflicto como un acto de indisciplina, no hubo exigencia de perdón ni de darse la mano.

La experiencia se orientó a dialogar acerca de eso incontenible que los llevó a un pasaje al acto. No se orientó el discurso desde categorías como la ética del bien ó del desacato del Manual de Convivencia.

3. El padre de Freud, en alguna ocasión le relata a su hijo de 12 años, la penosa situación en que un gentil le ha arrebatado de un manotón,  su gorro de pieles nuevo, arrojándolo al barro y gritándole: “! Sal del pavimento judío!”.

A la pregunta indignada del hijo, “¿Y tú qué hiciste?”, el padre contestó tranquilamente: “Bajé a la zanja y recogí mi gorro”. Esta falta de heroísmo de parte  de quien constituía su modelo ideal resultó chocante para el joven, quien comparó mentalmente esa conducta con la actitud de Amilkar, que hizo jurar a su hijo Aníbal ante el altar de su hogar, que tomaría venganza de los romanos.(2)

En cuanto a la experiencia vivida por el padre de Freud frente a las diarias persecuciones a las que eran sometidos los judíos en Austria, me surge una reflexión ante la respuesta del Padre de Freud, “bajé a la zanja y recogí mi gorro”. Al parecer  se vio obligado a contener su cólera e indignación ante las consecuencias que le podía acarrear rebelarse frente al amo: tuvo que someterse a bajar el registro de su voz y a moderar su cólera sin apagar dicha pasión.

Finalmente, el intento de bucear por las aguas torrentosas de las pasiones y  por los meandros de la cólera, me permitió establecer la imposibilidad de aplacar, contener, canalizar la pasión de la cólera, solamente por el camino de lo simbólico, desconociendo lo real, porque lo real es lo sin sentido.

A través de los tres relatos presentados se evidencia que no son suficientes las normas, las leyes, los discursos y demás controles para frenar una pasión como la cólera, desconociendo otras maneras de intervenir, que como en el caso del Psicoanálisis da paso a la palabra y a la singularidad de cada sujeto.

Mayo 26 de 2019


REFERENCIAS

(1) GALLO, Hector. “Las pasiones en el Psicoanálisis”. Grama Ed. 2016. B. Aires, pp 87-88.
(2) MILLER, Jacques Alain. “El banquete de los analistas”. Editorial Paidos. Primera Edición. Buenos Aires, Barcelona y Mexido D.F.
(3) Consulta en Internet. Yahoo respuestas. 10/05/2019
JONES,Ernest. “Vida y Obra de Sigmund Freud”. Editorial Nova, Buenos Aires. 1959.
pp. 33-34.

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