lunes, 11 de febrero de 2013

S.O.S. MITRA


LLAMADO A LOS PSICOANALISTAS
Y A LOS AMIGOS DEL PSICOANÁLISIS Y DE LAS LIBERTADES
París, 7 de febrero de 2013

Jacques-Alain Miller

     ¡Atención! ¡No hay error! La campaña por Mitra no terminó, comienza. Es el momento de mayor peligro. Las autoridades de la University of Medical Sciences de Teherán recibieron el golpe completamente. El Dr. Mohammad Ghadiri, director médico del hospital psiquiátrico ve difundido su nombre en todos los medios. Y no como el nombre de un premio Nobel, sino como el del guardián de Mitra, el hombre de quien depende, frente a los ojos del mundo, el bienestar de Mitra, la libertad de Mitra, la vida de Mitra.
     Este jueves por la mañana, por primera vez desde el sábado, no encontré en mi mensajería un mail de Mitra. A lo mejor está enfurruñada. A lo mejor algo la irritó con el lanzamiento de la campaña. Mitra es perfeccionista. A lo mejor el silencio de esta mañana es debido a un movimiento de mal humor del Dr. Ghadiri. ¿Cortó la conexión? O bien, dada la amplitud que tomará este asunto, ¿algunas manos más poderosas pilotean de ahora en más en doble comando?
     No tenemos nada en contra de nuestros colegas psiquiatras iraníes. Estaríamos contentos de poder visitarlos en Irán, y que vengan a visitarnos a Francia, a América, a Australia. Por el momento existen algunos obstáculos para que eso se haga, pero estos intercambios en algún momento se retomarán. Sí, llegará el día en que Irán retomará su lugar en el concierto de las naciones. Ese día, sería bueno que no exista entre Irán y el resto del mundo, o por lo menos de las grandes democracias, una contienda cuyo nombre sea: Mitra Kadivar.
     Litigué durante varias semanas con los psiquiatras de la University of Medical Sciences para que encontremos juntos los medios para poner fin a este miserable asunto de vecindario que implicó indebidamente a la psiquiatría. Les escribí que ni ellos en Teherán, ni nosotros aquí en Paris, debemos desear que este asunto se derrame por el mundo. Mi interlocutor me pidió que confiara en él, que todo saldría bien. Por mandato de la justicia tenía que proceder al examen psiquiátrico de Mitra, era una obligación, no podía sustraerse de ella.
     Confié en él. Esperé. Incluso discutí con mi colega N., el experto designado, acerca del caso de Mitra, de las cosas que decía, de la interpretación a darle. En definitiva, colaboré. Todo eso está aquí, en mi mensajería. Guardado en una copia en la Time Machine. El resultado de mis esfuerzos confraternales: diagnóstico de esquizofrenia con un desencadenamiento tardío, Mitra maniatada a su cama; una inyección forzada de Haloperidol. Me entero a través de los alumnos de Mitra. Les expreso mi estupefacción a N. Ninguna respuesta. Intento de nuevo. La conexión está muerta. Me echan.
     Vuelvo por la ventana. Les indico a los alumnos de Mitra, miembros de la Freudian Association, que se dirijan a las autoridades de la University of Medical Sciences. Se esbozan los elementos de una solución. Guy Briole y Pierre-Gille Guéguen partirán hacia Teherán en una misión científica y cultural, dictarán conferencias en la Universidad, tendrán acceso a Mitra.
     El Dr. Ghadiri convoca en el hospital a una gran reunión en la que figuran psiquiatras del servicio, su psicóloga-psicoanalista, y cuatro de los alumnos de Mitra. El director médico se justifica por las medidas tomadas. Los alumnos se las discuten: hablan con Mitra, ella está como siempre, para nada loca. La psicóloga los apoya: ella considera que nadie está en condiciones de evaluar en el servicio a Mitra; dejemos intervenir a los colegas franceses, dice. El Dr. Ghadiri dice que está de acuerdo, pero que es su responsabilidad asistir a todas las entrevistas de Mitra con los franceses. Las cuatro me envían una reseña detallada de la reunión. Subrayan la condición planteada por Ghadiri. Le respondo que la condición es aceptada.
     Fin de la secuencia: Mitra es autorizada a conectarse una hora por día. El sábado me llegó su primer mail.
     No obstante, el plan B zozobra en el día del lunes.
El Quai d’Orsay teme no poder asegurar la seguridad de nuestros enviados. Viéndonos dispuestos a desafiar la consigna, nuestros diplomáticos se esfuerzan por disuadirlos para que no vayan. Guy Briole es invitado a presentarse con urgencia frente al Embajador Z. El lunes por la mañana, él y su equipo lo ponen al tanto de ciertas realidades. Briole tiene el estatuto de médico militar; allí, le dicen, sólo verán “militar”; pasará como un agente de los servicios de información. En caso de dificultades, le dicen, no podrán hacer nada.
     El propio Laurent Fabius, nuestro Ministro de Asuntos Extranjeros, se toma el trabajo, antes de partir para Mali, de dirigirle una carta personal a Jean-Daniel Matet, presidente de la Ecole de la Cause freudienne. Le manda aplazar el envío de Briole y Guéguen a Teherán.
     Finalmente, Mitra misma me indica que se opone a este viaje. ¿Por qué será necesario que se le entregue a la University of Medical Sciences, como precio de su libertad, el tesoro del saber psicoanalítico? ¿Merece que se le dé acceso a Freud y a Lacan? ¿Qué hizo para ser así redimida y recompensada? Antes de soportar ese deshonor, me escribe Mitra, “permaneceré en el hospital psiquiátrico hasta el final de mis días”.
     “It ain’t over till the fat lady sings”, se dice en América. La dama de Teherán es delgada. Y acaba de decir su palabra. Es no. No quiere que Freud y Lacan sirvan de rescate para su liberación. No se doblega a una Mitra Kadivar. Lunes 4 de febrero por la noche, “it’s over”.
     El llamado a la confraternidad profesional fracasó. El acuerdo profesional amigable nació muerto. Queda el plan C: la campaña de opinión. Le escribí a Mitra: “El jueves usted será célebre”. Ella me respondió: “Espero el jueves con impaciencia”.
Olivia en Point, María en La Règle du jeu, Anne en Lacan Quotidien, son alertadas. Eve, en las ediciones del Champ freudien, compra el URL mitra2013.com, y arma con su marido un sitio dedicado a ella. Los primeros firmantes potenciales son solicitados por carta, mail, teléfono. Un primer material significante es confeccionado en la prisa; escribo el comunicado del 5 de febrero; invento con Bernard la carta a los psiquiatras iraníes, bajo la responsabilidad de nuestro amigo X, diplomático experto en derechos del Hombre.
     ¡Psicoanalistas! Estamos divididos en múltiples tendencias. Está la IPA y están los lacaniannos. En la IPA están los herederos de la Ego-psycholgy, los kleinianos, los argentinos eclécticos y los argentinos de estricta obediencia, mis amigos de la APA y aquellos de APdeBA, los partidarios de Kohut, de Kernberg, de la escuela francesa, del neuro-psicoanálisis, hay de todo. Le pido a Vera, que conoce a todo el mundo, que contacte a todo el mundo. Convoco a mi viejo amigo, mi viejo maestro, a mi querido amigo Horacio Etchegoyen, antiguo Presidente de la IPA. Horacio, firme por Mitra, por favor. Un abrazo fuerte. Convoco al Presidente actual de la IPA, que no tuve el gusto de conocer.
     Los lacanianos somos como los talmudistas: dos rabinos, tres opiniones. Nos conocemos bien, nos peleamos bien, nos pelearemos a lo mejor otro día. Convoco a todos, desde mi amigo Jean Allouch hasta mi ex amiga Elisabeth Roudinesco, desde Claude Landman hasta Marc Stauss, que son mis vecinos en Paris 6º. Convoco a todos los otros.
     Están también los psicoanalistas independientes, que a lo mejor son más numerosos. Están los psicoterapeutas, más numerosos que, si puedo decirlo, los analistas stricto sensu. Convoco a la World Association of Psychotherapy, y a su fundador, Alfred Pritz, en recuerdo de nuestra cena frente al teatro del Odéon con Nicole Aknin y Lilia Mahjoub.
     Están los psicólogos. Están los psiquiatras. A todos, los que tienen grados, los que no los tienen, las Sociedades, las Escuelas, las revistas, les pido de decirles con nosotros a nuestros colegas iraníes el precio que acordamos al respeto de la persona humana. Esta persona no es abstracta. Aquí y ahora, de inmediato, es Mitra Kadivar.
Let’s go! Pongámonos todos en eso y la sacamos de allí. Después podemos volver a pelearnos alegremente.

Jacques-Alain Miller
PUBLICADO POR LA REGLE DU JEU
Traducción: Silvia Elena Tendlarz