lunes, 21 de abril de 2014

Terminó la época en que la política respondía a la pregunta por el sentido



Esta es la conversación que sostuvo con Télam desde París, donde reside.
- T : El congreso internacional de 2012 se centró en el orden simbólico. Este, que empieza en unos días, tal como indicó Jacques-Alain Miller, sobre un real. Sin embargo, en ambos casos se incluye la perspectiva siglo XXI. ¿Cuáles serían las diferencias respecto al siglo pasado?
- L : La diferencia esencial con el siglo pasado es que estamos en una época de triunfo de los poderes del cálculo; entramos en the digital age. Como dijo Jacques-Alain Miller, esto fue anunciado por Lacan en su fórmula Hay l’ Uno, en francés Y’a dlun. Con esta contracción, quienes piensan que el individualismo democrático de masa está fundamentado sobre el uno del cuerpo, se equivocan. Lo nuevo es la manera con la cual los cuerpos se articulan con el uno del cálculo. Esto se puede ver en el libro de los responsables de Google , Jared Cohen y Eric Schmidt, The new digital age, como en Big Data, de Viktor Mayer-Schönberger y Kenneth Niel Cukier. Ambos exploran cómo la acumulación de los cálculos cambian nuestra relación con el mundo. El horizonte del cálculo es una utopía. Un mundo puramenta calculable, sin nada que pueda quedar afuera. Si nada escapa al cálculo, estaríamos en un mundo sin contingencia, un mundo sin Real. El psicoanálisis propone, al revés de esta utopía, el reconocimiento de un real: un real vinculado al hecho de que la relación sexual como tal no se puede calcular.




- T : Precisamente, uno de los últimos seminarios de Miller en castellano se titula El ultimísimo Lacan. ¿Qué hay más allá de eseultimísimo?
- L : Las consecuencias clínicas que hay que explorar. La articulación de los cuerpos al cálculo de las máquinas permite el sueño de una transparencia total del uso de los cuerpos. Se sueña un yo cuantificado, quantified self. Pero esta articulación a las máquinas, a los smartphones, que pueden saber todo del funcionamiento del cuerpo, sólo sostienen el discurso del superyo contemporáneo. Un superyo a medida que nos grita ¡Goza!, o tenés que mejorar tu performance. El goce se revela aún más como lo que escapa al cálculo. Lo que huye.
- T : El discurso de la ciencia, ¿en qué relación cree usted está con las infinitas variantes de la religión (incluso laicas) y con cierto agotamiento epocal de las formas republicanas de la política?
- L : El discurso de la ciencia nos promete the theory of everything. Lo que hay de común con las promesas del Big Data es el sueño de un mundo completamente simbolizado, pero sin sentido. El sentido es de lo que se ocupa la religión. Es la nueva complementariedad entre ciencia y religión. No fue siempre así. En el siglo XVII, cuando surgió la ciencia, era considerada un peligro para las creencias. Ya no es el caso.
La época del todo político en la cual la política daba respuestas a las preguntas sobre el sentido, está terminada. Las religiones laicas que cumplían esa función son cosas del siglo XX. El individualismo de masa no permite más estas creencias absolutas. Hay una fragmentación de los modos de vivir la pulsión. Pero subsisten trozos de común. El problema de la política mundial, como dice Paul Krugman, es saber si la concentración oligárquica del capital no pone en peligro todo el espacio de lo común. Parece que la política ha perdido su poder de regulación. Hay una llamada a un más allá de la política. Es un síntoma de la época.