LLAMADO A LOS PSICOANALISTAS
Y A LOS AMIGOS DEL PSICOANÁLISIS Y DE LAS LIBERTADES
París, 7 de febrero de 2013
Jacques-Alain Miller
¡Atención! ¡No hay error! La campaña por Mitra no
terminó, comienza. Es el momento de mayor peligro. Las autoridades de la
University of Medical Sciences de Teherán recibieron el golpe completamente. El
Dr. Mohammad Ghadiri, director médico del hospital psiquiátrico ve difundido su
nombre en todos los medios. Y no como el nombre de un premio Nobel, sino como
el del guardián de Mitra, el hombre de quien depende, frente a los ojos del
mundo, el bienestar de Mitra, la libertad de Mitra, la vida de Mitra.
Este jueves por la mañana, por primera vez desde el
sábado, no encontré en mi mensajería un mail de Mitra. A lo mejor está
enfurruñada. A lo mejor algo la irritó con el lanzamiento de la campaña. Mitra
es perfeccionista. A lo mejor el silencio de esta mañana es debido a un
movimiento de mal humor del Dr. Ghadiri. ¿Cortó la conexión? O bien, dada la
amplitud que tomará este asunto, ¿algunas manos más poderosas pilotean de ahora
en más en doble comando?
No tenemos nada en contra de nuestros colegas
psiquiatras iraníes. Estaríamos contentos de poder visitarlos en Irán, y que
vengan a visitarnos a Francia, a América, a Australia. Por el momento existen
algunos obstáculos para que eso se haga, pero estos intercambios en algún
momento se retomarán. Sí, llegará el día en que Irán retomará su lugar en el
concierto de las naciones. Ese día, sería bueno que no exista entre Irán y el
resto del mundo, o por lo menos de las grandes democracias, una contienda cuyo
nombre sea: Mitra Kadivar.
Litigué durante varias semanas con los psiquiatras de
la University of Medical Sciences para que encontremos juntos los medios para
poner fin a este miserable asunto de vecindario que implicó indebidamente a la
psiquiatría. Les escribí que ni ellos en Teherán, ni nosotros aquí en Paris,
debemos desear que este asunto se derrame por el mundo. Mi interlocutor me
pidió que confiara en él, que todo saldría bien. Por mandato de la justicia
tenía que proceder al examen psiquiátrico de Mitra, era una obligación, no
podía sustraerse de ella.
Confié en él. Esperé. Incluso discutí con mi colega
N., el experto designado, acerca del caso de Mitra, de las cosas que decía, de
la interpretación a darle. En definitiva, colaboré. Todo eso está aquí, en mi
mensajería. Guardado en una copia en la Time Machine. El resultado de mis
esfuerzos confraternales: diagnóstico de esquizofrenia con un desencadenamiento
tardío, Mitra maniatada a su cama; una inyección forzada de Haloperidol. Me
entero a través de los alumnos de Mitra. Les expreso mi estupefacción a N.
Ninguna respuesta. Intento de nuevo. La conexión está muerta. Me echan.
Vuelvo por la ventana. Les indico a los alumnos de
Mitra, miembros de la Freudian Association, que se dirijan a las autoridades de
la University of Medical Sciences. Se esbozan los elementos de una solución.
Guy Briole y Pierre-Gille Guéguen partirán hacia Teherán en una misión
científica y cultural, dictarán conferencias en la Universidad, tendrán acceso
a Mitra.
El Dr. Ghadiri convoca en el hospital a una gran
reunión en la que figuran psiquiatras del servicio, su psicóloga-psicoanalista,
y cuatro de los alumnos de Mitra. El director médico se justifica por las
medidas tomadas. Los alumnos se las discuten: hablan con Mitra, ella está como
siempre, para nada loca. La psicóloga los apoya: ella considera que nadie está
en condiciones de evaluar en el servicio a Mitra; dejemos intervenir a los
colegas franceses, dice. El Dr. Ghadiri dice que está de acuerdo, pero que es
su responsabilidad asistir a todas las entrevistas de Mitra con los franceses.
Las cuatro me envían una reseña detallada de la reunión. Subrayan la condición
planteada por Ghadiri. Le respondo que la condición es aceptada.
Fin de la secuencia: Mitra es autorizada a conectarse
una hora por día. El sábado me llegó su primer mail.
No obstante, el plan B zozobra en el día del lunes.
El Quai d’Orsay teme no poder asegurar la seguridad de
nuestros enviados. Viéndonos dispuestos a desafiar la consigna, nuestros
diplomáticos se esfuerzan por disuadirlos para que no vayan. Guy Briole es
invitado a presentarse con urgencia frente al Embajador Z. El lunes por la
mañana, él y su equipo lo ponen al tanto de ciertas realidades. Briole tiene el
estatuto de médico militar; allí, le dicen, sólo verán “militar”; pasará como
un agente de los servicios de información. En caso de dificultades, le dicen,
no podrán hacer nada.
El propio Laurent Fabius, nuestro Ministro de Asuntos
Extranjeros, se toma el trabajo, antes de partir para Mali, de dirigirle una
carta personal a Jean-Daniel Matet, presidente de la Ecole de la Cause
freudienne. Le manda aplazar el envío de Briole y Guéguen a Teherán.
Finalmente, Mitra misma me indica que se opone a este
viaje. ¿Por qué será necesario que se le entregue a la University of Medical
Sciences, como precio de su libertad, el tesoro del saber psicoanalítico?
¿Merece que se le dé acceso a Freud y a Lacan? ¿Qué hizo para ser así redimida
y recompensada? Antes de soportar ese deshonor, me escribe Mitra, “permaneceré
en el hospital psiquiátrico hasta el final de mis días”.
“It ain’t over till the fat lady sings”, se dice en
América. La dama de Teherán es delgada. Y acaba de decir su palabra. Es no. No
quiere que Freud y Lacan sirvan de rescate para su liberación. No se doblega a
una Mitra Kadivar. Lunes 4 de febrero por la noche, “it’s over”.
El llamado a la confraternidad profesional fracasó. El
acuerdo profesional amigable nació muerto. Queda el plan C: la campaña de
opinión. Le escribí a Mitra: “El jueves usted será célebre”. Ella me respondió:
“Espero el jueves con impaciencia”.
Olivia en Point, María en La Règle du jeu, Anne en Lacan
Quotidien, son alertadas. Eve, en las ediciones del Champ freudien, compra el
URL mitra2013.com, y arma
con su marido un sitio dedicado a ella. Los primeros firmantes potenciales son
solicitados por carta, mail, teléfono. Un primer material significante es
confeccionado en la prisa; escribo el comunicado del 5 de febrero; invento con
Bernard la carta a los psiquiatras iraníes, bajo la responsabilidad de nuestro
amigo X, diplomático experto en derechos del Hombre.
¡Psicoanalistas! Estamos divididos en múltiples
tendencias. Está la IPA y están los lacaniannos. En la IPA están los herederos
de la Ego-psycholgy, los kleinianos, los argentinos eclécticos y los argentinos
de estricta obediencia, mis amigos de la APA y aquellos de APdeBA, los
partidarios de Kohut, de Kernberg, de la escuela francesa, del
neuro-psicoanálisis, hay de todo. Le pido a Vera, que conoce a todo el mundo,
que contacte a todo el mundo. Convoco a mi viejo amigo, mi viejo maestro, a mi
querido amigo Horacio Etchegoyen, antiguo Presidente de la IPA. Horacio, firme
por Mitra, por favor. Un abrazo fuerte. Convoco al Presidente actual de la IPA,
que no tuve el gusto de conocer.
Los lacanianos somos como los talmudistas: dos
rabinos, tres opiniones. Nos conocemos bien, nos peleamos bien, nos pelearemos
a lo mejor otro día. Convoco a todos, desde mi amigo Jean Allouch hasta mi ex
amiga Elisabeth Roudinesco, desde Claude Landman hasta Marc Stauss, que son mis
vecinos en Paris 6º. Convoco a todos los otros.
Están también los psicoanalistas independientes, que a
lo mejor son más numerosos. Están los psicoterapeutas, más numerosos que, si
puedo decirlo, los analistas stricto sensu. Convoco a la World Association of
Psychotherapy, y a su fundador, Alfred Pritz, en recuerdo de nuestra cena
frente al teatro del Odéon con Nicole Aknin y Lilia Mahjoub.
Están los psicólogos. Están los psiquiatras. A todos,
los que tienen grados, los que no los tienen, las Sociedades, las Escuelas, las
revistas, les pido de decirles con nosotros a nuestros colegas iraníes el
precio que acordamos al respeto de la persona humana. Esta persona no es
abstracta. Aquí y ahora, de inmediato, es Mitra Kadivar.
Let’s go! Pongámonos todos en eso y la sacamos de
allí. Después podemos volver a pelearnos alegremente.
Jacques-Alain Miller
PUBLICADO POR LA REGLE DU JEU
Traducción: Silvia Elena Tendlarz