Hace unos días escribí unas líneas sobre el pase —experiencia y
dispositivo— como una bisagra de la Escuela, como un dispositivo que permite
transmitir lo más íntimo y singular de la experiencia de convertirse en
analista hacia el exterior que habita en la Escuela misma y hacia su exterior
en el discurso social*. Pues bien, el dispositivo del cartel me parece que es
la otra bisagra inventada por Jacques Lacan para que las aberturas de la
Escuela sean verdaderos lugares de pasaje y no barreras de clausura. El cartel,
como lugar de elaboración de un saber de cada uno de sus miembros en un trabajo
que es también colectivo, es un lugar de pasaje del saber del psicoanálisis
entre lo interior y lo exterior de la Escuela.
Tres experiencias distintas en carteles vienen ahora a ponerme de
manifiesto esta función de bisagra del cartel de maneras diversas.
El primero fue el primer cartel como tal en el que participé, a
principios de los años noventa al inicio de la experiencia de la Escuela, justo
antes de su misma creación, en lo que era en ese momento una suerte de crisol
donde se fusionaban grupos distintos para dar lugar a la Escuela Europea de Psicoanálisis. Era realmente la experiencia de
una elaboración colectiva con un exterior que hasta ese momento era tan cercano
como distante y que se hacía presente por colegas que venían de otro grupo.
Algunos forman hoy parte de la ELP, otros se fueron antes de su creación. El
tema del cartel giraba en torno a la identificación en distintas vertientes y
fue un modo de entender que no se podía construir una Escuela con los emblemas
de las identificaciones sino a partir del vacío que hace presente el ser del
psicoanalista. El trabajo de aquel cartel coincidió de hecho con mi entrada
como miembro en la Escuela que se constituía entonces.
Los otros dos carteles en los que participo actualmente tienen rasgos
distintos en esta función de bisagra y hacen presente la extimidad de la
Escuela de dos modos diversos.
Uno está integrado por dos miembros y por tres no miembros de la Escuela.
Inscrito en la Escuela Lacaniana de
Psicoanálisis, esta circunstancia
hace presente en ella una exterioridad de hecho, una exterioridad que cumple
una doble función de control y de transmisión que siempre debería ser propia
del cartel de una forma u otra. El cartel tiene un tema que se está trabajando
de modo específico para cada miembro siguiendo el hilo del Seminario XVII de
Jacques Lacan, “El reverso del psicoanálisis”. El tema articula tres términos,
“Discurso, capitalismo y subjetividad”, que son cada uno el reverso del otro:
el sujeto y el discurso del Otro, el discurso del psicoanalista como reverso
del discurso del Amo, el capitalismo como una reversión de términos de este
último.
El tercero de los carteles es el cartel del pase B9 de la École de la Cause freudienne, cartel en
el que cumplo la función de Más uno y que tiene la delicada función de decidir
el nombramiento de los Analistas de la Escuela (AE) a partir de la
retransmisión de los testimonios de los pasantes por los pasadores. Realiza así
un trabajo clínico en los más fino y depurado de la experiencia analítica, allí
donde el sujeto realiza el pasaje de analizante a analista y se postula a la
Escuela como el que puede ser analista de su experiencia. La experiencia en
este cartel del pase está suponiendo para mí una enseñanza crucial sobre cuál
es la verdadera pareja-sinthoma de los analistas tomados uno por uno y
para entender cuál es hoy la verdadera pareja-sinthoma de la Escuela
tomada como sujeto que hace presente el discurso del psicoanálisis en la
contemporaneidad.
*Contribución a la publicación virtual Cártel Express.