Hernán Joaquín Fonseca Jiménez (Profesor UPTC)
Lacan introduce el capítulo con una referencia suya que dice: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje” (Lacan, Seminario 11, p. 28). Y agrega que se trata de un campo, hoy más asequible que antes. Lo que quiere decir que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje es que entre el sujeto y su constitución como tal hay una relación previa con el significante. El significante habita al sujeto antes de que este pueda realizar cualquier actividad consciente en el marco de la vida social. El significante al tocar al sujeto crea en él el campo: lo inconsciente. La incidencia significante es anterior a la inscripción del sujeto en el orden simbólico, el entorno cultural en el que le tocó vivir, e inscribe en él lo que Lacan denomina “líneas de fuerzas iniciales” (Seminario 11, p. 28).
Los significantes están en la naturaleza. Esperan al sujeto y antes de que pueda establecer lazo social primero inscriben en él ciertas relaciones: “Que organizan de manera inaugural las relaciones humanas, dan las estructuras de estas relaciones y las moldean” (Lacan, Seminario 11, p. 28). Esto lo que quiere decir es que desde el comienzo el sujeto cuenta con una marca, una singularidad con la que irá a todas partes. El significante está antes del sujeto, está en su cuerpo, antes de que cobre forma de sujeto.
Hay un momento de transición en el cual Lacan señala un lugar en torno del cual se mueve el psicoanálisis como campo, esto es, la lingüística, ciencia que abordó el tema de la relación significado y significante y de su juego combinatorio, y que en un comienzo llevó a afirmar que el inconsciente podía ser abordado como algo calificable, accesible y objetivable, sin que esta posición teórica se mantuviera, sino que más bien fue objeto de revisión y cuestionamiento y ha sido problémica, es decir, ha suscitado un interés investigativo.
En su presentación sobre lo inconsciente Lacan retorna a Freud para citar sus desarrollos teóricos respecto de su teoría sobre el inconsciente, a partir de los cuales empieza a elaborar su propia posición teórica. Para precisar de qué se trata el inconsciente freudiano Lacan retoma de Freud el tema de la causa, o mejor, “la función de la causa” (Lacan, Seminario 11, p. 29). En la perspectiva filosófica hablar de causa siempre deja una hiancia, algo que falta, un vacío. Y si bien Lacan no pretende filosofar sobre la causa, si quiere dejar en claro que no se puede racionalizar del todo: “Cada vez que hablamos de causa siempre hay algo anticonceptual, indefinido…En suma sólo hay causa de lo que cojea. Pues bien, en ese punto que intento hacerles atinar por aproximación se sitúa el inconsciente freudiano, en ese punto donde, entre la causa y lo que ella afecta, está siempre lo que cojea” (Seminario 11, p. 30). La causa, en primera instancia, y como algo que ocurre al hablar, es ranura, es hiancia: “Algo que pertenece al orden de lo no realizado” (Seminario 11, p. 30). El inconsciente freudiano es el de la hiancia. En este lugar el sujeto dice, o tendría que decir, soy causado. Y este encuentro con su causa lo remite a una posición ética.
Los conceptos de inconsciente antes de Freud, como el inconsciente romántico de la creación imaginativa, o el que pregonaba Jung después de Freud, o el que elaboró Eduardo Von Hartmann, no son el inconsciente de Freud. A estos inconscientes considerados como una voluntad oscura que comanda al sujeto o un antes de la consciencia, como si a lo consciente le precediera una especie de antesala que sería lo inconsciente, a esta visión Freud le opone un inconsciente en los siguientes términos: “Eso habla y eso funciona de manera tan elaborada como a nivel de lo consciente” (Lacan, Seminario 11, p. 32). Lo que para mí significa está afirmación de Freud es que lo consciente y lo inconsciente no son claramente discernibles, pues no es que el inconsciente vaya por este lado y lo consciente por otro, y se puedan deslindar e identificar (el que el Inconsciente tenga procesos tan elaborados como la conciencia no significa y “pierda así lo que parecía ser privilegio suyo”, no significa que podamos identificarlos) El problema es que ambos operan en el mismo lugar: el sujeto, y al mismo tiempo. Lo que hace difícil saber de entrada de qué se trata con el sujeto, y qué le hace, a veces, tan difícil vivir.
En la irrupción involuntaria e inesperada algo se produce y pasa al sujeto de la cadena significante, al sujeto del deseo metonímico, un algo que se manifiesta como: “Tropiezo, falla, fisura…Allí una cosa distinta exige su realización, una cosa que aparece como intencional, ciertamente, pero con una extraña temporalidad” (Lacan, Seminario 11, p. 32). Diferencia radical entre el sujeto del inconsciente y el sujeto de la conciencia y que habla de la división subjetiva. (diferencia entre el sujeto del enunciado y el de la enunciación que se pierde tanto como se vuelve a
encontrar – P. 34)
El sujeto del inconsciente es un sujeto indeterminado como consecuencia de la ranura y el rasgo que produce el significante. Indeterminado quiere decir que aparece y desaparece: “Este se pierde tanto como se vuelve a encontrar” (Lacan, Seminario 11, p. 34). Y es un enigma. Además, para Freud el inconsciente cumple con una función primordial, la de borrar, tachar, rayar: “Pues bien, a este elemento operatorio del borramiento, Freud, desde el comienzo, lo designa con la función de la censura” (Seminario 11, p. 34). Y es en esta función donde recae el dinamismo del inconsciente.
Para cerrar esta presentación del inconsciente en dos de los capítulos del Seminario 11 quiero subrayar un planteamiento de Lacan que ofrece en el capítulo III El sujeto de la certeza: “El status del inconsciente, tan frágil en el plano óntico, como se los he indicado, es ético” (Lacan, Seminario 11, p. 41). Esta fragilidad hace referencia a que en el plano óntico, plano de la realización del ser, el inconsciente se manifiesta como apertura y cierre, evanescencia, como lo evasivo, la pulsación de la ranura. Una instancia que lleva, en su interior un deseo que Freud calificó de indestructible (Seminario 11, p. 40). Deseo que se muestra y se esconde en la pulsación de la ranura. De esto se trata la fragilidad del inconsciente en relación con lo óntico. (En tanto el inconsciente, ha dicho, corresponde al orden de lo no realizado)
Por eso el status del inconsciente es ético. Y lo que entre líneas contiene esta afirmación es la pregunta por el lugar del deseo en el sujeto, y en el ámbito de su interacción con el otro: reconocer que no hay claridad, y que la presencia del deseo como deseo inconsciente implica la creación de un nuevo lazo social. El deseo obliga al sujeto a una relación ética distinta.
Referencias
Lacan, J. (1987). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.