Elisa Alvarenga
El mundo globalizado nos coloca en contacto con la violencia
contra las mujeres, en los sitios más distantes y diferentes, confirmando su
carácter universal y transversal; conforme propone Miquel Bassols, Presidente de
la Asociación Mundial de Psicoanálisis, el fenómeno aparece, tanto en lugares
como en épocas distintas.
Mientras evidenciamos el carácter brutal y cotidiano de los abusos
que ocurren en la India, algunas investigaciones de opinión realizadas en el Brasil
consideran que la forma como se visten las mujeres configura uno de los factores
que causan los ataques sexuales, de los cuales ellas serian víctimas.
En América del Sur, la violencia contra las mujeres es un
problema que enfrentan varios países, con índices preocupantes de feminicídios,
especialmente en Bolivia; asunto que es objeto de reflexión de varios colegas.
Para nosotros psicoanalistas, no se trata apenas de proteger a las mujeres de sus
verdugos, se trata de alertarlas de su propio modo de goce.
En Guatemala, en una conversación con profesores de
universidad, de un programa de posgrado en Psicología social y violencias
políticas, nos encontramos con la sorpresa de escuchar, de una de las profesoras
más antiguas, una pregunta: “¿cómo puede el psicoanálisis ayudarnos a hacer algo
por estas mujeres que, después que denuncian a sus compañeros y logran encerrarlos
en una prisión, van luego y los recogen, para continuar viviendo con ellos?”. Los
atolladeros del goce femenino están presentes en todo el mundo y el discurso del
maestro no sabe cómo domesticarlo: ni con el Nombre-del-Padre, ni con las
cifras.
El goce femenino no es apenas un asunto de mujeres, dice el
título de las próximas Jornadas de la Nueva Escuela Lacaniana. De hecho Lacan, en
el Seminario 20, nos muestra que una mujer puede inscribirse del lado masculino
de las fórmulas de la sexuación, así como un hombre puede inscribirse del lado
femenino, no-todo.
Un caso ocurrido en Brasil nos ayuda a pensar la relación de
la violencia con el goce femenino: un hombre mata a su mujer, aparentemente por
celos; en seguida se dirige a un motel y se mutila, hasta que muere. Él parece
matar en si mismo ese goce, en exceso, que no puede matar en el Otro y que
invade y sacrifica su proprio cuerpo. Esta violencia que ataca en el Otro el goce
puede estar también en el origen de la
violencia contra los homosexuales, cuando ataca en ellos este goce no reconocido
como propio, por aquello que ataca.
Situaciones que el psicoanálisis, al dar la palabra a la víctima
de violencia o a quien pasa al acto, puede ayudar a elucidar y a contener,
permitiendo un otro tratamiento para aquello que no tiene nombre... y nunca tendrá.