sábado, 22 de marzo de 2014

Pulsión y Repetición En el Seminario 11

Beatriz García Moreno

En el Seminario 11 (1964) Lacan define la repetición y la pulsión como dos de los cuatro conceptos fundamentales. En el capítulo V, distingue la repetición como Tyche de repetición como automaton. Esta última la define como rememoración, costumbre, habitus, mientras la primera la define como encuentro con lo fallido, con lo que no se reconoce pero irrumpe e interrumpe la cadena significante y hace aparición en el acto fallido, en la ausencia. Lacan vuelve a Freud para mostrar donde aparece la repetición a la manera de acto, de tyche y se refiere al trauma, a los juegos infantiles y a la transferencia.

Lacan recorre cada uno de estos eventos y dice que lo fallido, como lo denomina Freud, se presentó en el psicoanálisis como encuentro con el trauma, con algo que marcó el cuerpo y debe taparse, reprimirse y buscar acogerse al principio de realidad que evite el displacer que causa. Sin embargo, como ya Freud lo explicaba, el trauma encuentra otras formas de hacerse presente y una de ellas es en los sueños, donde irrumpe a la manera de pesadilla. El ejemplo que trae es el caso del padre que sueña, mientras en la habitación del lado velan al hijo, que este mismo hijo en estado moribundo, lo empuja y le dice despierta, ¿no ves que ardo?. En esta escena que dice Lacan, se manifiesta como un más allá de la realidad, el deseo se presentifica de la forma más cruel, en la pérdida de objeto. Esa frase dicha por el hijo, donde hay una manifestación del inconsciente, dice Lacan, encandila lo que toca, no deja ver, es el representante de la representación, el lugarteniente que más adelante en el seminario va a llamar el significante que sustituye a otro primordial que no hace serie pero que define el orden de la cadena significante, y cubre lo que hay detrás, lo real que hay más allá del sueño. En este momento, recuerda a Freud cuando dice que en el sueño hay algo nodal, lo que éste llama el ombligo del sueño. Y es aquí cuando repetición y pulsión se enlazan, pues en su exposición introduce el Trieb, que no es instinto, sino pulsión y por lo tanto hay goce, que es lo que está detrás de la representación.

Cuando se detiene en el juego de los niños para examinar la repetición como presencia de la ausencia, dice que hay algo en su repetición que permite que aflore eso lúdico que se esconde, la repetición de un acto que convierte el juego en rito. Freud se refiere al juego del fort-da de su nieto, que ante la ausencia de la madre, se inventa un carrete que dice Lacan, no es otro que un pedazo de sí mismo que tira de una cuerda y hace aparecer y desaparecer, a la vez que repite las palabra fort-da. Ante la ausencia de la madre, el sujeto se reinventa, dice Lacan, “el niño salta el pozo de los linderos de su dominio y empieza su cantinela”. Es en el encuentro con la ausencia que se inaugura con la partida de la madre, que se evidencia la división del sujeto.

La transferencia que es la tercera vertiente en la que Lacan indaga la repetición, lo lleva a decir que es en torno a la división del sujeto y al encuentro con la tyche que gira la transferencia. En ella se manifiesta la ausencia, lo real, en un encuentro que parece relacionarse con el azar, que aparece como algo que irrumpe no como rememoración sino en acto, apoyada en la relación sujeto-analizante - analista- objeto(a). La irrupción de la pulsión conlleva diferentes vicisitudes en la transferencia que se manifiestan en apertura y cierre del inconsciente. (N. Gloria ver pag 149, esquema de la nasa).

La tyche permite que la pulsión que bordea al objeto (a) sea reconocida en su búsqueda de satisfacción. En los capítulos siguientes donde Lacan se detiene en la pulsión escópica y señala la esquicia del ojo y la mirada, el objeto (a) aparece como la luz que atrapa, que anuncia el goce y que provoca la repetición, no se trata del ojo que ve y no parece causar ningún impase, sino del objeto que mira; de lo que desde afuera atrapa al sujeto, el encuentro con el brillo de la lata de sardinas que lo deslumbra como si hubiera un más allá detrás de la pantalla. Es la pulsión que encuentra maneras de satisfacerse, que se esconde detrás del significante, que en su recorrido bordea al objeto que no es más que ausencia.

Tyche, pulsión, objeto aparecen entrelazados en torno a la lógica de la repetición. Finalmente, la repetición como Tyche, esa emergencia de la pulsión con sus vaivenes y avatares en el camino de satisfacción, con sus manifestaciones en la transferencia, Lacan la indaga por el camino del inconsciente y señala la doble alienación del sujeto, de un lado en el deseo del Otro que lo sostiene en la falta, y de otra en la afanisis del significante, donde un significante “lugarteniente” sustituye al significante uno que marcó el cuerpo y determinó una forma de gozar; del significante que no hace serie pero si determina la concatenación de la serie. La pulsión en su búsqueda de satisfacción, conforme con “la estructura de hiancia característica del inconsciente” (183), y en “el vaivén con el que se estructura” (185) inicia su circuito, guiada por esa primera marca de goce en el cuerpo, y bordea el objeto que aunque no es más que semblante, vacío, parece prometerlo e indicarle un posible encuentro con ese significante Uno causa de un goce primordial. Lacan como Freud son claros en decir que no hay ningún objeto que satisfaga la pulsión, y la pregunta se dirige a pensar que lugar ocupa el objeto en la satisfacción de la pulsión y propone que al bordear el objeto se enforma el agujero y de ese modo hay satisfacción y retorno a cuerpo, a la fuente de donde partió.

Bibliografía:
-.Freud, Sigmund. (1968). Pulsiones y destinos de pulsión. Madrid: Biblioteca Nueva.
-.Lacan, Jacques. (2008). Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós