lunes, 8 de abril de 2013

El Cartel es (en) la Escuela

Gabriela Dargenton

El tema señala, en su equivocidad, un desplazamiento de sentido que pone en relación dos formas que implican lógicas colectivas, modos de asociación entre los psicoanalistas para la consecución de un fin común, la obtención de algo con el Otro y en el Otro. Estas formas son el Cartel y la Escuela. Definir al cartel como “siendo” la Escuela, indica cómo “el espíritu” en que se asienta la forma Escuela inaugurada por Jaques Lacan –para la subsistencia del psicoanálisis y la formación de los psicoanalistas- fundamenta al cartel atravesando su constitución, su funcionamiento, su trabajo y su producto –si lo hay-.
¿Qué es este espíritu de la Escuela que el cartel realiza? Si siempre recordamos al cartel como “órgano de base de la Escuela”, es imprescindible ubicar la Escuela como la forma de agrupamiento lacaniana contra las sociedades jerárquicas freudianas, aquellas que, como lo dice Lacan, “Freud las quiso así”. La forma piramidal que Freud vincula a la Iglesia y al Ejército en su texto “Psicología de las masas y análisis del yo”, organiza la forma asociativa contra la que Lacan fundará su Escuela. Para Freud, lo recuerdo, esa masa homogénea mira al líder, que como punto álgido del Ideal, no hace más que suturar y taponar toda singularidad. Al mismo tiempo, soldados o feligreses se identifican unos a otros con una alineación horizontal, es decir parejitos, hermanos, e hijos del padre. Contra esto, la Escuela como experiencia inaugural, contraexperiencia de dichas sociedades. En la Escuela entonces, la pirámide se transforma en campo “donde cada cual tendrá vía libre para demostrar qué hace con el saber que la experiencia deposita”[1]. Si se trata de un campo donde hay “cada cual” con su saber, entonces donde allá estaba la identificación horizontal de la masa uniforme, acá ubico más bien un lazo asociativo tal que organiza un Otro agujereado; podríamos decir que a una psicología de las masas correspondiente a las sociedades analíticas, se contrapone una topología colectiva de la Escuela cuya lógica es preciso extraer.
Esta lógica colectiva, solamente se extrae de la subjetivación singular de cada uno de la experiencia de la Escuela. De esta manera se produce una paradoja: hay un agujero en el predicado de qué es un psicoanalista. Vale decir que mientras que es tarea de la Escuela la verificación de que “analista haya”, es también su tarea velar porque ese hallazgo no sature el espacio para todos: “No todo ser que habla podría autorizarse a hacer un analista. Lo prueba que el analisis es necesario para ello, pero no es aún suficiente. Sólo el analista, o sea no cualquiera, no se autoriza mas que por sí mismo. (…) que las oportunidades sean grandes para cada uno, las deja para todos insuficientes.”[2]
Varios binomios organizan la política de la Escuela: el conjunto y lo singular; el uno y lo múltiple; el Ideal y el agujero de saber; incompletud – inconsistencia; la formación y la producción del psicoanalista, etc. Ahora bien, si el cartel es la Escuela, en el sentido que re-sucita su espíritu, cada uno de estos pares encuentra su lugar en la vida del cartel. El cartel es la Escuela porque tanto ella como él han sido construidos como artefactos antipedagógicos que hacen ex -sistir lo imposible de enseñar. Cada uno que allí se enrola debe correr el riesgo por sí mismo y con el Otro, a riesgo del fracaso de la obtención del saber.
Llamó mi atención que en el texto institucional de 1980, J Lacan cuando funda la Escuela de la Causa Freudiana a partir del cartel, dedica a renglón seguido un desarrollo sobre las mujeres y el goce, y lo antecede diciendo: “abrevio aquí la puesta a punto necesaria para la puesta en marcha”[3] Vale decir que hay un vector que vincula siempre la forma femenina del amor y del goce con la producción y la formación del analista.
El Cartel del Pase es (en) la Escuela
Parafraseando a Lacan se podría decir que el cartel del Pase es un cartel que no es como los demás. ¿En qué? Desde su constitución –que es relativa a un reglamento interno institucional que va modificando su forma según el movimiento político que sea necesario ajustar- hasta su función de juicio, que conforma parte del producto de la elaboración colectiva, el cartel del Pase hace existir cada vez a la autoridad analítica que verifica que “allí hay del analista”[4]. Hay otros elementos que lo hacen no ser como los demás como por ejemplo el trabajo con el éxtimo luego de la elaboración del cartel, pero no me detendré. Ahora bien, en lo atinente al trabajo que anima, él es como los otros. El cartel está siempre a la espera de ser enseñado por el testimonio que cada pasador lleva al cartel. Esta “posición” con la que, en mi experiencia, se disponía el cartel al trabajo de Escuela, diré que podría ser análoga a la del saber del analista: una posición de docta ignorancia; cada caso un caso nuevo. Una exploración, una investigación sobre cómo ha hecho cada uno para volverse psicoanalista, ¿qué fue lo que encontró en su vida para que este bicho le pique y quiera salir de la clausura de la experiencia analítica para decírselo al Otro, habiendo partido toda la historia de un sufrimiento sintomático?
La del cartel del Pase, es una experiencia totalmente incomparable, y al ras de la clínica, donde ningún elemento de la jerarquía imaginaria institucional pesa pues se trata de escuchar un relato, que implica un grado de escritura sobre las consecuencias que puede tener el discurso analítico, en la vida de las personas.
Cada cartelizante advierte al final, o a la hora de las presentaciones a las que somos invitados, que ha perseguido un punto de interés y que esto ha constituido un rasgo de investigación en el cartel. El cartel del Pase es la experiencia mas vivida del anudamiento ineliminable que para el psicoanálisis lacaniano hay entre política- clínica y episteme, y de cómo hay allí un modo donde la Escuela releva la formación que ella dispensa.
En mi experiencia de Escuela tuve tres modos de relacionarme al cartel del Pase, intentaré transmitirles algo de esta traslación. La primera como pasante, es decir cuando pedí hacer la prueba del Pase y testimoniar sobre lo que ocurrió a lo largo del análisis y su conclusión.
En esa experiencia, el cartel tomaba la forma de “la Escuela quiere saber” –porque no sabe-. Es decir que vaciado el fantasma oral del Otro y caído totalmente el SsS, yo podía “alimentarla”, darle de comer. No había en mí ninguna relación a que el Otro supiese nada o sea, la presencia en la Escuela del agujero en el saber, que señalé más arriba. De esta manera podemos decir que el cartel del Pase ex –siste a los dichos del pasante, es un real cuya presencia empuja por fuera de la elaboración del pasante a los pasadores.
La segunda relación la cartel fue mas bien un segundo tiempo del decir con la Escuela, fue un aprés-coup del primero, como si eso que se había mantenido como real por fuera de los dichos, volviese con forma de escritura. Ese tiempo fue el de la recepción y la subjetivación del dictámen del cartel. Único momento en que cartel y pasante se relacionan. Se trata de una escritura que, en mi caso, produjo la causa de tres testimonios. La precisión de esas líneas, tildaron –a modo de palabras clave- aquello que en mi decir señalaba la experiencia de lo mas real de la cura. Mi decir había pasado y volvía a mí iluminando el síntoma a desarrollar en los tres años de enseñanza.
La tercera relación al cartel, fue ya como miembro, adentro del cartel. Lo antes dicho vale por mi experiencia. Sólo agrego que mi punto de interés fue investigar cómo la demanda de alivio del sufrimiento, la demanda siempre terapéutica pasa a querer alcanzar la experiencia del síntoma vía el deseo del psicoanalista.
El cartel del Pase es (en) la Escuela porque como aparato antididáctico, él constituye un destino privilegiado donde es posible demostrar “lo que cada quien ha hecho con el saber que la experiencia deposita”. Llevar los análisis hasta el fin, probar la fuerza de querer lo que se desea es una chance pero también constituye nuestro imperativo ético para la subsistencia del psicoanálisis en el porvenir.
Notas
  1. Lacan J. Decolaje o despegue de la Escuela, en: Escansión Nueva Serie Nº1, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1989, pág 24.
  2. Lacan J. Nota italiana, en: Uno por uno N 17, 1991, pág. 16.
  3. Lacan J. Decolaje o despegue de la Escuela, en: Escansión Nueva Serie N1, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1989, pág 24.
  4. Lacan J. Nota italiana, en: Uno por uno N 17, 1991, pág. 17.