3. Consideraciones generales
sobre las perversiones
Variación y enfermedad. En medicina, la perversión es patológica o
degenerativa; esto es más fácil de rechazar que en la inversión. La mayoría participa
de la vida sexual normal, como otra intimidad. Con circunstancias a favor, se les
hace un sitio junto a la meta sexual normal. Siempre hay un complemento perverso
de la meta sexual normal; esta universalidad muestra que es inadecuado usar ‘perversión’
reprobatoriamente. No hay límite tajante entre variación dentro de la amplitud y
síntoma patológico.
Con
metas muy alejadas, cuando superan las resistencias (vergüenza, asco, horror,
dolor) las declaramos patológicas (lamer excrementos, abusar de cadáveres). Pero
ni en estos casos las personas tienen otras anormalidades graves o enfermedad
mental. En todo lo demás tienen una conducta normal.
El
contenido de la meta sexual no da el carácter patológico; sólo cuando suplanta y
sustituye a lo normal en toda circunstancia: exclusividad y fijación de la
perversión.
Contribución de lo anímico. En las más horrorosas
perversiones hay una contribución psíquica a la trasmudación de la pulsión
sexual. Una idealización de la pulsión. La omnipotencia del amor se muestra en
su mayor fuerza. En la sexualidad, sublime y nefando aparecen en íntima
dependencia.
Dos resultados. La pulsión sexual lucha contra resistencias
anímicas (asco, vergüenza). Estos poderes —que circunscriben la pulsión en la
frontera “normal”— marcan la dirección del desarrollo la pulsión sexual si se
desarrollan temprano, antes de que ella alcance la plenitud de su fuerza.
Las
perversiones están compuestas, en ella confluyen varios motivos. En las
perversiones los componentes de la pulsión vuelven a separarse. Las fusiones no
se dan a conocer en la conducta normal uniforme.
4. La pulsión sexual en el
neurótico
El psicoanálisis. Permite conocer la pulsión sexual en personas que se
aproximan a lo normal (psiconeuróticos: histeria, neurosis obsesiva, “neurastenia”,
seguramente la dementia praecox y la paranoia). Estas psiconeurosis descansan
en fuerzas pulsionales sexuales. La pulsión sexual no sólo contribuye a sustentar
fenómenos patológicos; pero es la única fuente energética constante de las
neurosis. La vida sexual del neurótico se exterioriza (de manera exclusiva,
predominante o parcial), en estos síntomas: los síntomas son su práctica
sexual.
Los
síntomas sustituyen procesos anímicos investidos de afecto, deseo y
aspiraciones, a los que la represión deniega tramitación en una actividad
psíquica susceptible de conciencia. Relegadas a lo inconsciente, estas
formaciones de pensamiento aspiran a una expresión, a una descarga (en el caso
de la histeria, es la conversión somática). Al trasformar los síntomas en
representaciones conscientes, investidas de afecto, el psicoanálisis comprende
la naturaleza y el linaje de estas formaciones psíquicas antes inconscientes.
Resultados. Los síntomas sustituyen aspiraciones que se nutren
de la pulsión sexual. En el histérico, la represión sexual rebasa la medida
normal, aumentan las resistencias a la pulsión sexual (vergüenza, asco, moral);
huye al examen intelectual del problema sexual (en el extremo: ignorancia
sexual), sin que por ello deje de haber una hiperpotencia de la pulsión sexual.
El
recurso a la enfermedad está entre el esforzar de la pulsión y la acción
contrarrestante de la desautorización sexual; para escapar al conflicto, se mudan
las aspiraciones libidinosas en síntomas. No se puede enfermar a raíz de una
emoción trivial: el componente sexual es el que posibilita la contracción de la
enfermedad, sustrayendo los procesos anímicos a la tramitación normal.
Neurosis y perversión. Los síntomas no nacen únicamente a expensas
de la pulsión sexual normal; expresan pulsiones perversas convertidas. La neurosis es el negativo de la
perversión. La psiconeurosis permite discernir las aberraciones como variaciones
de la vida sexual normal y como manifestaciones de la patológica.
a.
En el neurótico, las mociones de inversión también configuran la patología.
b.
En el neurótico, las inclinaciones a la trasgresión anatómica son
formadoras de síntoma. Rara vez hay una sola pulsión perversa: generalmente hay
un gran número y, por regla general, huellas de todas. Pero la intensidad de
cada pulsión es independiente del desarrollo de las otras.
c.
Las pulsiones parciales, en pares de opuestos, inciden en la formación
de síntomas. Esto permite comprender fenómenos neuróticos: lo penoso del
síntoma, la mudanza de amor en odio, de mociones tiernas en hostiles. Una de
las inclinaciones tiene papel prevaleciente, pero la otra también produce
efectos y suplementa los síntomas.
5. Pulsiones parciales y
zonas erógenas
Se
puede reconducir las perversiones positivas y negativas a pulsiones parciales
que, empero, no son algo primario, pues admiten una ulterior descomposición.
Por «pulsión» entendemos la agencia representante psíquica de una fuente de
estímulos intrasomática en continuo fluir (el estímulo, en cambio, es una excitación
externa). «Pulsión» es un concepto del deslinde anímico/corporal. No posee
cualidad alguna, sino que ha de considerarse sólo como una medida de exigencia
de trabajo para la vida anímica. La fuente de la pulsión es un proceso
excitador en el interior de un órgano, y su meta inmediata consiste en cancelar
ese estímulo de órgano.
Otra
hipótesis: los órganos brindan excitaciones de dos clases. Una de ellas es
específicamente sexual, y el órgano afectado, es «zona erógena» de la pulsión
parcial sexual que arranca de él.
En
el reclamo de valor sexual para la cavidad bucal y el ano, el papel de la zona
erógena es visible: se comporta como una parte del aparato genital. Por eso se
inervan en la histeria: se convierten en sede de nuevas sensaciones y aun de
procesos comparables a la erección, como genitales bajo excitación sexual. En
la neurosis, las zonas erógenas son subrogados de los genitales; pero es más
visible en la histeria. En otros casos, la formación de síntoma se cumple en
regiones del aparato anímico más alejadas de los centros que gobiernan al
cuerpo. En la obsesión, los impulsos crean nuevas metas sexuales (ver y de
exhibirse) que parecen independientes de las zonas erógenas; pero el ojo es una
zona erógena. En el dolor y la crueldad como componentes de la pulsión sexual,
adopta idéntico papel la piel, zona erógena por excelencia.
6. Sexualidad perversa y psiconeurosis
En
virtud de su disposición, ¿los psiconeuróticos se aproximan a los perversos y
se distancian de los normales? Es posible que su disposición constitucional
contenga hipertrofia de represión sexual, hiperpotencia de la pulsión sexual e
inclinación a la perversión. Pero este último supuesto no es indispensable. La psiconeurosis
se contrae después de la pubertad, bajo los reclamos de la vida sexual normal (en
contra de la cual apunta la represión); o más tardíamente, cuando se frustran
las vías normales de satisfacción de la libido. Cortado el cauce principal de la
libido, llena las vías colaterales, que habían permanecido vacías. Así, la
inclinación (negativa) del neurótico a la perversión estaría condicionada
lateralmente. Es preciso alinear la represión sexual, factor interno, con los
factores externos (restricción, inaccesibilidad del objeto, peligros del acto
sexual normal), que generan perversiones en individuos que acaso habrían
seguido siendo normales. Así, la inclinación perversa o su acrecentamiento
colateral hacen aportes variables y priman en algún caso. No hay oposición sino
cooperación. +constitución y +vivenciar; ++constitución –apoyo de impresiones
vitales; ++conmoción vital –constitución.
Gama
de constituciones… preponderancia innata de una zona erógena, de una pulsión
parcial. ¿Disposición perversa guarda correspondencia con la elección de neurosis?
7. Infantilismo de la
sexualidad
Si
las mociones perversas son formadoras de síntoma en las psiconeurosis, se eleva
el número de perversos. Desde todas las formas de neurosis (con muchas
personas) pueden establecerse series descendentes, sin solución de continuidad,
hasta la salud. Son tan numerosos los casos de perversión que la disposición
para ellas no es una rara particularidad: forma parte de la constitución
normal.
Las
perversiones no son innatas, ni nacen en virtud de vivencias contingentes. En
todos los casos hay algo innato, innato en todos los hombres, por más que su
intensidad fluctúe y pueda con el tiempo ser realzada por influencias vitales. Las
raíces innatas de la pulsión sexual: a) desembocan en la perversión cuando se
desarrollan hasta portar la actividad sexual; b) forman neurosis cuando se
sofocan insuficientemente, con lo que atraen a sí, en calidad de síntomas, una
parte de la energía sexual; o permiten la génesis de la vida sexual llamada
normal, gracias a una restricción eficaz.
Esa
presunta constitución sólo se rastrea en el niño, con intensidad moderada. Así,
puede decirse que el neurótico conserva el estado infantil de su sexualidad o
ha sido remitido a él. De ese modo, nuestro interés se dirige a la vida sexual
del niño.