sábado, 29 de septiembre de 2012

El entramado de la singularización. Entre el fantasma y la fantasía

Luisa Fernanda Cañas Arandia

La configuración del Fantasma a partir de Lacan se comprende desde el matema (S ◊ a), que cual da cuenta de la manera en que se lee la relación de la barra en el sujeto y a su vez de su correspondencia con el objeto a, lo que constituye una relación conmutativa en la que el sujeto se barra con el “objeto a”, que posee el estatuto de transitoriedad y sustitución, conflagrando así una interacción en la que el sujeto puede relacionarse con el objeto que causa su deseo, por lo que se reconoce la falta que se instaura en el sujeto y a su vez propende la emergencia del deseo sobre un objeto fluctuante.
Es de esta manera, en que Lacan dilucida la construcción del fantasma en el sujeto, el cual permite entrever sus primeros esbozos en la castración, escena en la que el sujeto reconoce su propia falta por medio del interrogante planteado por el autre (A), que se instaura en el terreno fálico y cuyo estatuto simbólico de orden significante tiene como función ordenar los efectos de los significantes sobre los significados, es decir, propender la construcción del fantasma y su entrecruzamiento con la posibilidad de significación de la cadena significante.
Es así como el fantasma constituye el cuento consciente que funciona a manera de motor encubridor, ocasionando que el sujeto se movilice a lo largo de su vida de acuerdo a una estructura de horizontes transitorios que encubren la falta original, que da cuenta de un objeto que pone al sujeto a desear.
Frente a esta conceptualización Lacaniana, emerge el cuestionamiento por su relación con la Fantasía Freudiana, deliberación que nace del entretejido histórico – teórico – clínico, que realiza el primer autor en función de otorgar una comprensión respondiente del fenómeno humano de la singularidad, así que ¿cómo sería posible preguntarse por lo singular sin remitirse precisamente al terreno de lo fantasmático y lo fantasioso?
De acuerdo a lo anteriormente cuestionado, se hace pertinente abordar la comprensión de la fantasía Freudiana, cuya función se ancla en el terreno de la proyección y configura los recuerdos encubridores, que al poseer el estatuto de invenciones inconscientes, se construyen con base a infinitas escenas análogas de la vida del sujeto enlazadas por relaciones simbólicas que le permiten al sujeto sopesar escenas, conflictos, emociones que al no ser elaboradas y por ende ser demasiado dolorosas, arrojan como vestigio una escena cuidadosamente configurada para atemperar la angustia generada y así proporcionar aparente calma al sujeto.
Esa así que el cuestionamiento convoca a pensar sobre el estatuto de la singularidad en las conceptualizaciones Lacaniana y Freudiana en el dominio neurótico, donde el fantasma y la fantasía corresponden a construcciones genuinas del sujeto que se instauran a partir del terreno simbólico que responden a una falta original. Es desde esta perspectiva, en que la configuración del fantasma y la fantasía corresponden por una parte, a la constitución del sujeto para pasar a ser el objeto del deseo del otro, y por otra, a la construcción subjetivizante de carácter análogo en correspondencia con la función onírica, propendiendo así procesos de encubrimiento a vivencias con fallas amplias de elaboración.
El carácter singularizador del fantasma es susceptible de ser observado mediante las tres fórmulas del deseo, en las que su construcción se elabora consecutivamente, estableciéndose como nulo en la primera fórmula, el deseo, dado que la única elaboración fantasmática reconocible en ésta es la de la madre, sobre la cual, es precisamente el hijo quien va a generar una efecto de ancla para así pasar a la segunda (en el plano de la imagen); la demanda, en donde el estatuto simbólico permea el ingreso de la función del nombre del padre, cuya emergencia provee al niño del esbozo de una cadena significante en la que el deseo, al ser atravesado por el lenguaje pasa a envestirse como demanda, para transitar finalmente a la tercera, la castración, en la que el ingreso del Otro barrado y la barra en el niño mismo se relacionan con la demanda al instaurarse la falta, que a su vez constituye al sujeto deseante, cuyo deseo que instaura en el deseo del A. El fantasma se constituye para atemperar el sufrimiento y luego es el mismo fantasma es que genera sufrimiento al sujeto al no poder sostenerse.
Finalmente, se hace pertinente manifestar la propiedad relacional de las dos construcciones, cuyo carácter data de procesos intrasubjetivos que emergen de construcciones intra e intersubjetivas, aspecto que corresponde no sólo a un proceso singularizador sobre el sujeto, en el que las construcciones dan cuenta de procesos relacionales en los que las configuraciones y los entretejidos subjetivos arrojan como resultado, un sujeto barrado que se ubica en una serie de fenómenos de orden social yuxtapuestos a configuraciones singulares a los que apunta el psicoanálisis en términos de comprensión e investigación.