Hernán Fonseca*
Cuando digo “tiempo del Edipo” me estoy refiriendo a un tiempo lógico en el que se constituye un sujeto bajo la incidencia de ciertos factores relacionados con su entorno y quienes viven allí y comparten la vida del sujeto. Lacan afirma que el Edipo se da en tres tiempos. En este escrito me voy a referir al primer tiempo del Edipo, guiado por un interrogante: quién se relaciona con qué, de qué modo y qué caracteriza este momento.
Lo que ocurre en primera instancia es
el encuentro del niño con la madre. ¿Cómo es el encuentro fundamental del niño con
la madre? ¿Por qué señalo que es fundamental? Porque es el tiempo de nacimiento
del deseo, y el tiempo en el que, de acuerdo con la manera como el deseo marque
al sujeto, se definirá su destino psíquico. La madre, por la incidencia
-¿necesidad y demanda?- del deseo se
constituye en objeto primordial para el niño. ¿Por qué adquiere la madre el
estatuto de objeto primordial? Se puede interpretar en el sentido de que es la
dadora de vida. No me refiero solamente el hecho de haber dado a luz al niño,
sino porque su incidencia deseante en él será lo que le dé vida y lo mantenga
vivo. Para que el niño sobreviva necesita tener el deseo de la madre, que, en
otras palabras, sería contar con su amor.
¿Por qué el sujeto infans necesita del deseo de la madre
para vivir? ¿Por qué no es suficiente con nutrirse de la leche que toma del
seno materno, crecer físicamente y vivir en el mundo de los hombres? ¿Qué valor
nutricio lleva en sí el deseo de la
madre y que deposita en el niño cuando le manifiesta su deseo? Una
interpretación que tengo a este
interrogante es que desear el deseo de la madre
es desear sentirse deseado. Dice
Lacan sobre desear el deseo: “Es distinto desear algo que desear el deseo de un
sujeto. Se trata de un deseo de deseo” (Seminario 5, p. 204). Reconocerse como
sujeto deseado es lo que nutre la vida anímica del sujeto. El deseo es el deseo
del Otro.
El niño, entonces, desea el deseo de
la madre en este primer momento, y es esta una experiencia ambivalente. En ella
confluyen el amor y el goce. Mi mamá me ama y amo ese objeto que me ama y me da
la satisfacción, el éxtasis, de sentirme deseado. Además de amarme, el objeto
madre me hace gozar. Gozo deseando el deseo de mi mamá y gozo satisfaciéndome
en ser su objeto de deseo: su falo.
Vistas así las cosas este momento es
vital para la construcción subjetiva, si se comprende esta construcción como un
encuentro con un objeto de satisfacción, entendida dicha satisfacción como
sentirme deseado, y amado, en el campo
del Otro que, además, como tal objeto, me deparará formas de goce.
Pero la relación con este objeto
primordial no es tan clara ni tan fácil. Se trata de una relación problémica,
es decir, lanza a un sujeto a una búsqueda, y problemática, pues pone al sujeto
en crisis y lo invade de problemas. Ser el objeto de deseo de la madre, hacerse
a su deseo, no es fácil. “Se trata de saber cómo podrá alcanzar dicho objeto”,
dice Lacan, y se pregunta a este respecto: “¿Qué se necesita para que el niño llegue a coincidir con el objeto
de deseo de la madre, que ya podemos representar en este nivel como lo que está
inmediatamente a su alcance”. La
respuesta es que al niño le toca buscar la manera de ponerse en el lugar que
ocupa el objeto de su deseo; por ejemplo, si advierte que dicho objeto es su
padre, entonces querrá desplazar al padre y ocupar su lugar. Pero ya sabemos de
lo que se trata con el padre: este padre aparecerá y va a mostrarle al niño que
la madre no le pertenece. Entra en el segundo tiempo del Edipo, que es el
encuentro con el falo y la castración.
Surge para el niño un campo de trabajo
singular: ser o no ser el falo, tenerlo o no tenerlo, lo cual se constituye en
una dialéctica subjetiva fundamental para construirlo como sujeto, construcción
que en este momento tiene que ver con la compenetración con la madre. Luego
vendrán los otros dos tiempos del Edipo que van a ser parte del proceso de
constitución del niño como sujeto. La relación con el deseo está marcada por
vicisitudes y aventuras, y lo señaló Lacan en estos términos: “La relación del
hombre con el deseo no es una relación pura y simple de deseo. En sí no es una
relación con el objeto. Si la relación con el objeto estuviera ya instituida no
habría problema para el análisis. Los hombres, como hacen presuntamente la
mayoría de los animales, se dirigirían a sus objetos. No habría esa relación
segunda” (seminario 5 p. 207).
Ser o no ser deseado y amado por la
madre deja una marca en el sujeto. ¿Qué marca es esta? Una condición que le va
a favorecer o dificultar el encuentro con el Otro y el ingreso en el ámbito de
este Otro.
* Profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia - Tunja