sábado, 29 de septiembre de 2012

Texto de apertura


Jornada de Carteles NEL-Bogotá.

Septiembre 5 de 2012

Gloria González

 

Recibí del nuevo Directorio de la NEL-Bogotá la invitación a asumir la coordinación de la comisión de carteles para el período 2012-2014. Esta invitación y mi aceptación a la misma, me llevaron a repensar tanto el dispositivo, como lo que ha sido mi experiencia él.

Hubo un tiempo en el que mi relación con el cartel, al menos a primera vista, estuvo marcada más por el fracaso que por el éxito; no se sostenían los carteles de los que formaba parte, o no se consolidaban los productos de cada uno. A partir de este punto de fracaso pude formalizar que la falla, de al menos una de esas experiencias, consistió en colocar el saber en un miembro del cartel, esperar de él las respuestas; esto hizo obstáculo a la producción de los demás integrantes. Constatar ese punto, me ayudó a entender a posteriori, que el dispositivo del cartel no es caprichoso, que su lógica, como veremos, contraría el establecimiento del Ideal y desfavorece las identificaciones. La relación con el saber, que el cartel propone, es una relación anclada en el deseo de saber, construida a partir del vacío.

El obstáculo, no obstante, no me ha desanimado. Sabemos en psicoanálisis que es precisamente a partir de lo que no anda, del síntoma, que es posible no solamente llevar a cabo una experiencia, sino producir una invención.

Asumí la coordinación de esta comisión, alentada por la idea de consolidar para nuestra sede esta forma distinta inventada por Lacan para la transmisión del psicoanálisis. Creo que el conocimiento sobre este dispositivo lo estoy empezando a construir, y apenas ahora, a pesar de los años que llevo en la Escuela, el cartel se me presenta con toda su importancia, como el medio por excelencia para la producción de saber, para la transmisión y para la vinculación con los otros. Eso que llamo el punto de falla, habría que pensar si corresponde al dispositivo propiamente, o a quienes nos servimos de él, a la forma en la que lo usamos y cómo nos relacionamos con los otros y con el tema de interés. La jornada de hoy es prueba de que ese dispositivo ha funcionado.

 

LA INVENCIÓN DE LACAN

En 1964 Lacan buscaba poner en marcha su proyecto Escuela, bajo la modalidad de una “elaboración sostenida en un pequeño grupo”, es decir, que el trabajo se hace con otros, pero es a cuenta de cada integrante, responsabilidad propia. En 1981, dice del cartel que es el “órgano base” de su Escuela.

Es una invención, que advertida de la tendencia natural de los grupos a producir en ellos fenómenos de masa y a erigir a alguien como su líder, procura contrarrestar esos efectos, evitando la segregación, haciendo del líder una función e introduciendo la permutación, que implica juntarse temporalmente teniendo en el horizonte la separación.

Pretendía con esta estructura, distanciar la formación de los analistas de la figura de los didactas, que ésta no quedara atrapada por un saber jerarquizado. No dar consistencia al UNO, sino a los UNOS (uno por uno) que están en la Escuela o se acercan a tocar a su puerta. Es esta la política que nos orienta para intentar hacer existir una Escuela en la que cada integrante pueda reconocerse como siendo uno (con su diferencia absoluta) entre los demás.

Se trata entonces de un dispositivo, un mecanismo (algo que pone en funcionamiento un engranaje), pero también conector, lo que permite articular un adentro y un afuera - de la Escuela -. Mecanismo y Conector son pues palabras que se puede agregar a la serie en la que se inscribe el cartel como puerta de entrada y como bisagra.

Contamos en la Escuela con dos dispositivos fundamentales, el cartel y el pase, del que no hablaré hoy sino para decir que también hay en la Escuela de Lacan un Cartel del Pase, que decide el nombramiento de los Analistas de la Escuela, a partir de lo que logran transmitirle los pasadores, sobre los testimonios de los pasantes. El pasante es quien habiendo hecho la experiencia de un análisis, toman el relevo de la función del analista y “se postula a la Escuela como el que pude ser analista de su experiencia”.

El cartel aloja la singularidad de cada uno de sus integrantes, respeta sus ritmos y sus tiempos, acoge sus preguntas. El saber que en él circula no está desligado de la experiencia subjetiva y de las mutaciones que cada uno pueda tener en su trabajo analítico. La introducción del efecto sujeto en él, el aislamiento del rasgo que cada uno pone al trabajo, los puntos a los que puede arribarse en cada caso, dan cuenta de que, lo que mueve el engranaje es el deseo de saber, el vacío. Esto es contrario a una posición desde la cual la que el sujeto puede concluir que no tiene nadie a quién dirigirse, que lo que el Otro sabe no importa o al hecho de identificarse a la verdad en tanto satisfacción del propio saber, en cuyo caso el sujeto supone que no tiene nada que aprender de nadie.

Si bien conocemos que los pilares de la formación son la experiencia psicoanalítica, el control de la práctica y la instrucción teórica; “la novedad que introduce Lacan y Miller destaca, es que la formación del analista, en relación a ese punto de fuga, implica una producción”, que si bien es individual corresponde al fruto de un trabajo en grupo.

El cartel está pues en la puerta de entrada de la Escuela tanto para los que se aproximan a ella queriendo entrar a conocerla, como para los que, habiendo hecho su experiencia de análisis, proceden a tratar de pasar el saber singular extraído de ella. Cartel pues por el que Lacan aspiraba a que entraran los interesados en su Escuela y cartel también el dispositivo que confiere una nominación (AE) a aquel que da pruebas
de serlo y que transmitirá un saber no epistémico sino testimonial.

Ahora bien, la conformación propuesta por Lacan para este pequeño grupo -como leemos en la cita del Acto de fundación que colocamos en el texto de nuestro blog - consiste en que se juntan temporalmente para trabajar, cuatro Más Uno. Este “más-uno”, es ante todo, una función y desde esta reducción a la función, debe operar para impulsar el trabajo, para mantener viva la transferencia puesta a prueba en el acontecer diario, en la contingencia, y para animar a la producción de cada cartelizante y a la presentación de esos productos. Se trata, de un “líder modesto”, un “líder pobre”, son las palabras que usa Miller. Él debe insertar el efecto sujeto en el cartel, hacer de la división subjetiva algo que pone al trabajo, debe ser un “buen provocador”, promover la buena pregunta y permitir que surja el rasgo apropiado con el que cada sujeto se hará representar en el trabajo. Lo que este más uno debe hacer consistir es precisamente una lógica del No– Todo, en esa estructura que él mismo descompleta. Es la razón por la que podemos pensar que este más uno es al mismo tiempo un Menos Uno.

No obstante la estructura propuesta, nuevas invenciones para el funcionamiento de los carteles han tomado forma en nuestra comunidad, entre ellas los carteles ampliados y los fulgurantes. Su aparición en nuestro ámbito nos conduce a preguntas acerca de la vigencia de la estructura propuesta por Lacan, dadas las coordenadas de nuestra época. ¿Debemos preservarla tal y como nos la formuló? ¿Es preciso cambiarla? No hay para mí aún una respuesta final a estos interrogantes, pero extraigo que lo más importante es que se pueda poner en funcionamiento un dispositivo eficaz contra los efectos de masificación y favorable a la transferencia de trabajo y por tanto, a la formación, es decir, un dispositivo que mantenga vivo el deseo de saber.

Entretanto, vamos avanzando, cada uno a su propio ritmo y compartiendo
nuestros avances. Bien, los productos que hoy se ponen aquí a cielo
abierto, muestran la elaboración propia que, respecto a una pregunta
particular, ha elaborado cada uno de los cartelizantes. Sobre el cartel también podremos seguir conversando, elaborando, produciendo un saber que como todo saber nunca será acabado.

 

Bibliografía:

Bassols, M. El cartel bisagra.

Miller, J.A. El cartel en el mundo

Viganó, A. El cartel: hendidura y bisagra, en A ritmo propio, No. 5