sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Quién de verdad se es?


Clara Janeth Suarez Poveda
El propósito de mi pregunta, es indagar  por los diversos sentidos a los que como sujetos estamos atados al Otro. Con la finalidad de develar como ese  Otro nos constituye. Y si nuestro destino  atiende a un deseo propio o al deseo del Otro.
 Diría entonces que: si nuestra existencia está dada por el deseo del  Otro, estamos sujetos a él, ¿Quiénes en verdad somos? , ¿Que deseamos? , ¿Cuál es nuestra verdad?, ¿hacia dónde vamos? Han sido algunos de los mayores dilemas  entre los que se debate la humanidad. Suelen ser también éstas algunas de las molestias e incertidumbres que traen los pacientes a la consulta y diría que fueron también estos interrogantes los que comandaron mi pregunta que aún me inquieta y  me moviliza a la búsqueda  por dar cuenta  de quien en verdad se es.
El título “de las formaciones del inconsciente”. Atiende  precisamente al recorrido y los hallazgos que encuentra Lacan sobre la noción de Sujeto en Freud. Cuando él se pregunta por: “¿Qué es un sujeto?” Nos aclara; que no debemos confundirnos, con la realidad individual que tenemos delante, nos lleva a pensar que es la palabra la que se impone como estructura. Es así como para el sujeto hablante, en la medida que habla, sus relaciones no pueden reducirse simplemente a otro, Afirma: “siempre hay un tercero, el Otro con mayúscula, constituyente de la posición del sujeto como hablante, es decir, también como analizante”. Lacan lo designa como “la dialéctica del doble sentido”,  porque, este ya indica un tercer elemento. No son dos sentidos, es el más autentico de los dos, se trata de algo que le concierne al Otro. Podríamos decir, que este sujeto va a empezar a constituirse a partir de las significaciones que están inscritas en el Otro; para dar cuenta, de esta dialéctica subjetiva, establece los tres tiempos del Edipo los desarrolla en una sucesión lógica en la que el sujeto ha de introducirse. En relación a dicho complejo y nos advierte que estemos atentos  a  “como se ha de  introducir” pues, a  esto atiende la estructura del sujeto.
Por lo tanto, en un primer tiempo se encuentra la diada madre- Bebé. Donde el infante establece la primera relación con la realidad, experimentando las primeras realidades de su contacto con la vida. Hay tal mutualidad del uno para el Otro, que el niño cree que no hay nadie más. Hay una alienación, que no le permite diferenciar entre el Yo y No Yo. Entre él y el Otro. La madre es primordial; no sólo porque necesite de su sostén, alimento, cuidados, abrigo, presencia,  finalmente que sea él, quien colma su deseo. No desea a la madre, sino su deseo; nos dice Lacan: “Es un deseo de deseo”;  el niño comienza como súbdito a la madre, ya que recibe en bruto su deseo ser el falo de la madre. Es ahí donde se establece la relación del niño con el falo por ser éste el objeto de deseo de la madre. Lo que desconoce el niño es la parte velada que asiste a este encuentro Madre-Bebé; ella no está libre de deseo, en ella hay otro deseo, que Lacan designa como: “deseo impuro” ya que éste es distinto de estar a su  servicio, dé satisfacer su deseo. Al estar la madre ya inmersa en el mundo parlante, adaptado al mundo del símbolo lo que esta desea  en cuanto ser,  le da al niño la posibilidad de algo distinto, que la madre puede desear, en el plano imaginario. La función de éste deseo va a permitir que se establezca finalmente la distinción  entre el sujeto y el Otro. No queda, escapatoria que entrar en la lógica del Otro. No sin dejar de asistir, al dolor de la primera herida narcisista, no ser todo para ella.
Ahora, de una forma menos velada, pero no del todo revelada, el padre se hace notar como interdictor. El padre esta mediado, actúa en calidad de mensaje para la madre. Anunciando una prohibición, el padre interviene efectivamente sobre el discurso de la madre. Se requiere una dimensión nueva que permita la subjetivación del niño; que sea algo distinto al sujeto dependiente, que ha de arrancar al sujeto de su identificación y lo ha de atar al mismo tiempo, con la primera aparición de la ley.
Es a partir del segundo tiempo del Edipo, que se ha de introducir El punto capital: donde “el padre interviene realmenente como privador de la madre” en plano imaginario, y también en el simbólico y en el real, como castración y frustración; ahí es cuando el sujeto al interrogar, al recorrer toda la madre se halla con el Otro del Otro, “a saber su propia ley”. Es en este momento cuando el niño le da la ley al padre, “concebida imaginariamente para el sujeto como privadora de la madre”, la palabra del padre.
En el tercer tiempo que sigue a la privación y al reconocimiento de la castración en la madre, cuando interviene el padre como real y potente y marca, que es él quién lo tiene. Si se produce la identificación con el padre, se dará también la salida favorable del complejo de Edipo. Es a través del Edipo, como se asume el deseo genital que termina ocupando su lugar en la economía subjetiva. Esta experiencia del Edipo es esencial en la estructura y Lacan la nombra como “metáfora paterna”, siendo pues, la relación con el significante el que va a estructurar el inconsciente del sujeto. Al parecer, no es solo el “escalonamiento de la palabra”. La causa absoluta, última de la constitución del sujeto. Es decir, que “más allá de la palabra y de la súper palabra, de la ley del padre”, al parecer es el deseo del otro, es el deseo más profundo del sujeto, en cuanto deseo infantil, el que nos atañe con algo original que aconteció en la infancia y se sepulto, pero permanece suspendido en el inconsciente, inscrito en cada uno dando cuenta a través de nuestro discurso del significante electivo que nos fundo y ahora es la ley que nos representa y comanda. Este significante electivo, el falo. “No podría  representar nada sino para otro significante”. En condiciones normales se sitúa en un segundo nivel de encuentro con el Otro. Lo que llamo S (A/). Al encontrarse el sujeto con que el deseo del Otro está tachado, reconocerá a su vez, “su deseo tachado como su propio deseo insatisfecho” y es así, por intermedio del deseo tachado del Otro, en donde el sujeto se “encuentra con su deseo más autentico su deseo genital”. Que lleva la marca de la castración/ O igualmente, de determinada relación con el significante falo. Significante que se ha de introducir para Lacan “con la finalidad de restablecer la Originalidad, la irreductibilidad y la autenticidad del sujeto”. 
BIBLIOGRAFIA
Jacques, Lacan. El Seminario Libro 5 Las formaciones del Inconsciente 1957-1958”Editorial Paidós. Julio de 2010. Páginas consultadas: 185, 148, 203, 204, 207, 190, 173,  198, 367, 375, 366.
Jacques, Lacan “Escritos 2 Siglo veintiuno editores, 1.995. Página consultada: 814.